Publicación 27-01-2020
La comunicación con nuestros hijos, desde los primeros años de vida, debe basarse en un diálogo empático y fluido, donde la confianza y el respeto sean la base de las interacciones. En ocasiones, nos encontramos con situaciones que a ellos les resultan muy difíciles de asimilar y afrontar, como es el caso de la relación con niños que son crueles con ellos por cualquier cosa, muchas veces por tener alguna diferencia física o psicológica. En estos casos, es fundamental que nuestros hijos cuenten con toda nuestra ayuda, apoyo y comprensión, sobre todo si padecen de alguna diferencia notable como puede ser la pérdida auditiva o cualquier deficiencia sensorial, que ya de por sí ofrece una sensación de vulnerabilidad ante lo que les rodea.
Cuando un niño se siente intimidado por alguna razón, a veces tiende a encerrarse en sí mismo por miedo a represalias o por propia vergüenza. En estos casos, nuestra labor como padres es conseguir que se abra a nosotros de una forma natural, que nos dé pistas de lo que le sucede para poder llegar a la raíz del problema y así poder ayudarle.
Además de darle pautas es importante que reciba nuestras felicitaciones cuando se atreva a expresar su malestar cuando nos cuente lo que le ocurre.
Aprendiendo a defenderse y protegerse
Cuando el niño comienza a desarrollar su capacidad de razonamiento es importante que sea consciente de que no siempre todos aquellos que se le acercan van a tener buenas intenciones o que no tienen por qué ser agradables.
Por ejemplo, si un compañero de clase o vecino le molesta, es conveniente que entienda que no debe dar demasiada importancia a los comentarios que dicho niño pueda hacer sobre él, pues probablemente sean un reflejo de algo que anteriormente ha vivido el que agrede.
Sin embargo, si persiste esa intimidación es aconsejable que el niño busque ayuda en un adulto próximo, ya sea su profesora, padres, monitores de patio y similares.
En estos casos, no es recomendable aconsejarle que proceda con la misma violencia, pues les estaremos enseñando a nuestros hijos que dicha actitud es aceptable, cuando no lo es.
Es mucho más efectivo enseñar a nuestro hijo a tratar a los demás como quiere que le traten a él, e incluso una frase amable dirigida a ese compañero cruel producirá el desconcierto de este último y podrá reducir la intensidad de los ataques.
Será habitual que el pequeño aún no se encuentre preparado para ignorar ciertos comentarios dañinos o para alejarse del escenario donde sucede el conflicto, por lo que enseñarle a evitarlo también puede ser una buena estrategia.
En ocasiones, el renombrado bullying suele comenzar con una ofensa o una provocación dirigida a los que parecen más débiles, por lo que ciertas herramientas de evasión, como no hacer caso a los comentarios del otro niño o responderle minimizando su importancia, o simplemente alejarse como si no sucediera nada, suelen obtener buenos resultados siempre que el niño entienda que esta evasión no tiene nada que ver con ser cobarde, sino con saber “elegir sus batallas”.
En situaciones como las anteriormente mencionadas, resulta muy difícil para el peque manejar las emociones pues éste se encuentra en una situación de vulnerabilidad e inseguridad.
No obstante, podemos enseñarle ciertas estrategias sencillas como contar hasta diez antes de responder o bien respirar profundamente mientras se aleja. Nuestro hijo debe saber que puede pedir ayuda a las personas que le rodean e incluso a sus propios compañeros, siempre inculcándole que tal petición de socorro no es, en ningún caso, un indicador de debilidad.
Consejos para enseñar a nuestro hijo a defenderse
Existen numerosas formas de enseñar a nuestro pequeño a defenderse y protegerse de ataques o acoso, y siempre dependerá de la forma que tenga nuestro hijo de asimilar las situaciones, pero existen algunas sugerencias que pueden ayudar a nuestro niño a que se defienda o proteja en estas situaciones:
- Enseñarle a utilizar un lenguaje adecuado, llamando a las cosas por su nombre, pero manteniendo la calma y cierta distancia con el niño cruel.
- Enseñarle a responder de forma asertiva, defendiendo sus derechos de manera firme y segura. Por ejemplo: “No me gusta que me hables de esa manera”, o “me molesta cuando me gritas, te agradecería que no lo hicieras”.
- Tenemos que evitar enseñarles frases que contengan mensajes como “pégale tú más fuerte”, “no te dejes insultar nunca, que es una deshonra” o “huir es de cobardes”.
- Enseñar a nuestros hijos que ellos pueden y deben ser tratados con respeto indistintamente de su condición, y a saber que, a su vez, pueden enseñar a los demás cómo quieren ser tratados.
- Fomentar una autoestima positiva, entendiendo su rabia y su deseo de venganza y a la vez transmitiéndole confianza y seguridad en sí mismo.
- Hacerle entender que nadie puede hacerles daño con comentarios crueles sobre alguna característica física o cualquier opinión dañina, si ellos restan importancia al mensaje y al emisor del mismo, aprendiendo que hacer caso a esos mensajes es dar poder a quien no se lo merece.
- Protegerles de “las caídas” pero enseñarles a “levantarse”. Enseñar en la capacidad de resiliencia, en que cualquier acontecimiento genera un aprendizaje y que deben nutrirse de él para crecer y superar los siguientes obstáculos que se presenten.
- Darles respuestas precisas para ayudar a solucionar sus problemas, no trivializando lo que para ellos es importante o una gran preocupación; y cuando tienen su origen en el colegio, hablar con el profesor, con el tutor u orientador, pero siempre comunicar lo que sucede para que las autoridades estén al tanto y puedan realizar seguimiento.
Fuentes: