Publicación 23-09-2020
Alejandro, hijo, ¿Qué es ese ruido?
¿Qué Mamá? ¡No te oigo!
¡Claro! ¿Cómo me vas a oír si tienes el volumen de la música tan alto?
¿Qué? ¿Qué dices?
¡Se acabó! ¡Quítate eso ahora mismo! ¿No te das cuenta de que vas a terminar sordo a este paso?
Esta conversación seguro que la has mantenido alguna vez o la has escuchado. Los padres con hijos adolescentes saben muy bien de qué estamos hablando.
En este caso lo que debería hacer Carmen es conseguir que Alejandro redujera el volumen de la música de sus auriculares o mejor aún, que escuche música sin los auriculares.
Pero el problema es que todos sabemos lo testarudos que pueden llegar a ser los adolescentes. Otra solución sería utilizar unos auriculares con Limitación de Volumen, hay muchos que limitan el volumen a 85 decibelios, y evitan escuchar música a volúmenes dañinos.
Y es que Carmen, nos cuenta:
Me preocupa mi hijo, porque siempre le veo absorto en su mundo con sus cascos puestos, y cada vez que me habla siempre lo hace gritando; como si no oyera.
No sé si ya pueda tener algún problema por escuchar la música tan alta. Quizá debería ser más estricta, pero a veces se hace muy complicado prohibirle hacer determinadas cosas, pues muchas veces no estoy delante para corregirle. Intento explicarle las consecuencias, y él me dice: No te preocupes Mamá, oigo perfectamente. Pero eso no me deja tranquila.
Vivimos en un mundo en el que el ruido es cada vez mayor, nos rodea en la mayoría de los momentos de nuestro día a día.
Ya hay un uso masivo de reproductores de música o smartphones, la tecnología avanza. No solo la tecnología sino la exposición a sonidos a gran volumen también ha crecido espectacularmente.
Diferentes estudios publicados alertan sobre el creciente número de adolescentes y adultos jóvenes con síntomas auditivos como la distorsión, acúfenos, hiperacusia o cambios del umbral causados principalmente por oír música a gran volumen. (Estudios como el del Hospital Universitario de Amberes en Bélgica)
Estos mismos estudios indican que el problema se encuentra en que habitualmente los adolescentes exceden el 80 % del volumen de su reproductor en períodos de tiempo largo y continuado.
La escucha de estos reproductores a un volumen demasiado alto y demasiado a menudo aumenta el riesgo de pérdida auditiva grave 30 años antes que la generación de sus padres.
Pero podemos prevenirlo. ¿Cómo?
Concienciando a nuestros hijos de que la prevención no es ninguna broma, que se debe escuchar música pero tomando medidas para no tener problemas futuros.
Es una labor que debe partir desde la educación precoz en los niños, predicando con el ejemplo: cuando los niños son más pequeños debemos procurar no tener los aparatos emisores de sonidos demasiado altos, no tener siempre la televisión encendida sin verla, escuchar música o radio a volúmenes moderados y utilizar un tono de voz adecuado al hablar con nuestros hijos. Si logramos que esto sea un hábito desde niños nuestros adolescentes lo adoptarán como algo normal en su día a día y habremos logrado prevenir un futuro problema.