“No, mamá. No, quiero” “¡Que no! Jolín, no quiero hacerlo”

¿Cuántas veces al día habremos escuchado a nuestro hijo decir algo así? ¿Cuántas veces hemos tenido que explicarle que su modo de hacer tal o cual cosa no es el correcto? Seguro que más de dos y tres. Pero es natural. Es parte de su propio aprendizaje de vida.

Corregir a nuestros hijos es parte vital de su educación. Ellos tienen que acostumbrarse a que lo hagamos y nosotros a hacerlo con la mayor delicadeza del mundo para no terminar siendo excesivamente cargantes. Así que, como todo en la vida, ‘corregir’ también posee sus técnicas.

¿No os pasa que, cuando más imponemos, menos nos obedecen? Rebelarse contra las imposiciones, es natural en el comportamiento humano. Lo establecido tiende a verse como opresión y ellos reniegan de lo que deben hacer por norma. Es por ello que debemos evitar hacerlo de manera imperativa, siempre aplicando juicios de valor, dentro de lo posible conforme a la edad del niño, y desde una posición de autoridad. En este caso los niños se cierran en banda, dejan de escuchar y comienzan a sentir. Y sienten que uno no les toma en consideración, que sólo les recrimina, sienten que nos han decepcionado y que no están a la altura de nuestras expectativas. Es entonces cuando, en lugar de obedecer o de entender nuestra posición, lo que hacen es sentir rabia y rencor.

Para no llegar hasta este punto debemos asegurarnos de lo siguiente:

  • Que nuestro hijo entienda por qué se ha equivocado.
  • Que asuma su parte de responsabilidad en el error.
  • Que proponga soluciones para corregirlo
  • Que entienda las ventajas de no repetirlo.
  • Que entienda que la equivocación es sólo una oportunidad de hacer las cosas mejor.
  • Que desarrolle una mayor tolerancia a la frustración.

Para lograr todo esto, el mejor camino es corregir con respeto, teniendo siempre en mente una intención y un propósito. En estos casos, existe una técnica que puede simplificar los pasos a seguir para corregir en prositivo en vez de reñir. Esta técnica se llama “La Técnica de la Hamburguesa”.

Visualicemos: Imaginemos una hamburguesa, con cuatro suculentas capas: pan, queso, carne y pan.

  • Primera capa. Ayudarle a detectar el error. ¿Qué crees que puedes mejorar en esta habitación?
  • Segunda capa. Decirle algo agradable. Ayer tu habitación estaba muy ordenada.
  • Tercera capa. Decirle lo que no nos gusta. Hoy no puedo decir lo mismo. Veo la ropa sucia en el suelo y papeles tras la puerta.
  • Cuarta capa. Volvemos a decirle algo agradable. Estoy seguro que sabrás ordenarlo, igual que lo hiciste ayer. Gracias.

Si seguimos este proceso, es más fácil que, después de corregirle, surjan nuevas ideas para solucionar el problema. Percibir confianza y respeto es fundamental para que nuestro hijo o hija se involucre más en la resolución de un conflicto, sin desencadenar en él la rebeldía o la rabia.

Fuentes:

LetsFamily

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